1 DE MAYO: DIA DE SAN JOSÉ OBRERO

Normalmente decimos mucho más que hacemos. Prometemos y luego nos quedamos a mitad de camino. Los que nos oyen hablar pueden creerse fácilmente que nuestras ideas se identifican con nuestra vida y que lo que decimos que los demás hacen mal, eso no lo hacemos nosotras nunca jamás.

José es un hombre del que no se conserva en el Evangelio ni una sola palabra suya. Y no es que fuera mudo, seguro que hablaría lo que tuviera que hablar, pero lo que sí hacía era eso, “hacer”. José es un hombre coherente. Su vida habla mejor que sus palabras.

En este pasaje, José sufre terriblemente al saber que su esposa está embarazada y no comprende nada, pero no quiere denunciarla y piensa en abandonarla secretamente. No empieza a quejarse o a comunicar a los cuatro vientos lo que “le han hecho”. Sencillamente se pone a orar en esa especie de sueño que es el claroscuro de la fe, y recibe la luz de Dios. José cree en la Palabra que se le dice de su parte y nada dice, “hace”: “se levantó y recibió en su casa a su esposa”.

Cuando llegan sucesos que deshacen nuestros planes, que nos complican la vida, que nos causan trastornos y problemas, experimentamos resistencia, nos quejamos, echamos al culpa a los demás o intentamos que otros asuman la responsabilidad que a mí me toca… El edicto de César Augusto no podía ser más inoportuno para María y José. Viajar hasta Belén para empadronarse con las dificultades y contratiempos que suponía un viaje así en aquel tiempo estando María a punto de dar a luz. Al llegar a Belén no hay sitio para ellos en la posada. Jesús nace como los pobres más pobres, sin casa, tiene por cuna un pesebre….

José no entiende nada, pero se fía de Dios, él sabrá por qué y para qué de ese viaje. Por parte de Dios hay siempre una invitación a salir de nuestras fronteras, aquellas que nosotras mismas nos hemos marcado.

(fuente: Bebe de tu pozo. ssj)